
Contemplé cómo el cielo se volvía azul, después índigo, y luego negro. Contemplé cómo renacían las estrellas y esperé a que la luna asomara. Deambulé aspirando la vida que bullía a mi alrededor.
Las mañanas eran dolorosas y amargas, pero al caer la noche podía olvidar parte de mis problemas... nunca del todo, pero sí por unos breves instantes, como en ese momento.
Era reconfortante: la gente volviendo a sus casas, los ruidos de fondo, el brillo de las estrellas que tal vez habían muerto mientras su luz viajaba hacia la tierra. Mientras escuchaba todo aquello, me di cuenta de lo poco que encajaba allí. Me quedé en medio de la calle y recorrí con la mirada la línea de puntos que formaban todos los contenedores cuidadosamente alineados, acortándose su distancia a medida que se perdían en la lejanía, como en los dibujos de perspectiva.
La casa era como las demás: fachada de arenisca artificial, habitación adicional añadida por si acaso y cocina ara a la calle.
Mi antigua casa.
- Sacha
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