Tocamos las cuerdas rotas de nuestros instrumentos por última vez.
Siento sus manos en mi espalda. Y aunque está oscuro, no cierro los ojos mientras la beso, y Margo tampoco. Está tan cerca de mí que puedo verla, porque incluso ahora aparece el signo extremo de luz invisible, incluso por la noche en este apartamento en las afueras de Agloe. Después de besarnos tan de cerca que nuestras frentes se tocan. Sí, la veo casi a la perfección en esta agrietada oscuridad.
-Quentin